José
Ingenieros en su ensayo El hombre rutinario nos habla
de la rutina que el hombre vive día a día, sin darse cuenta o sin
querer salir de ella por no tener que pensar, por no tener que
actuar, por no tener que enfrentarse a experiencias nuevas y
edificantes. El hombre prefiere la seguridad de hacer lo mismo todos
los días porque le ha funcionado muy bien, lo aleja de problemas, de
circunstancias que tal vez no puedan controlar.
El
autor califica de mediocres a aquellos que se dejan atrapar por la
rutina, que no permiten que se turbe su tranquilidad al tratar de
probar cosas nuevas. Mediocres aquellas personas que por no pensar
hacen suyos los ideales y los prejuicios de otros, convirtiéndose en
un rebaño, donde todos comparten las mismas actitudes. Volviéndose
todos, faltos de razonamiento y de inteligencia individual, ya que
razonan con la lógica de otros, y por tal razón, el talento
individual se puede perder ante tanta rutina porque según el autor,
la mediocridad es más contagiosa que el talento.
Para
Ingenieros la valía del hombre está en sus conocimientos, en su
cultura. El hombre ignorante siente que el adquirir conocimientos es
una pérdida de tiempo, un esfuerzo que no dará ningún fruto,
envenenándose y empachándose de cosas innecesarias. Esta falta de
acción vuelve al hombre torpe, tonto, absurdo, falto de opinión,
tanto así que le huye a las personas que tienen sus propios
razonamientos, siendo faltos de tolerancia ante los ideales de otros.
Mientras que el pensador, el creador de sus propios ideales es
tolerante y respetuoso ante las creencias ajenas. “La tolerancia de
los ideales ajenos es virtud suprema en los que piensan”.
Los
hombres rutinarios prefieren su estado inerte a descubrir las
verdades que demuestren sus propios errores, que hagan caer sus
propias creencias. Desconfían del conocimiento, arraigándose más
a sus propios prejuicios, llamándose prudentes, cuando en realidad
son faltos de curiosidad, y llenos de cobardía. Sus inteligencias
son como aguas muertas que se descomponen y sus espíritus
esclavizados por sus propios prejuicios.
El
autor expresa que si todos los hombres hubieran sido rutinarios no
hubiera ocurrido la evolución, pero gracias a esos hombres que
pensaban más allá, que los guiaba la curiosidad y el deseo de
encontrar las verdades se lograron grandes descubrimientos.
Lo
que dice el autor de este ensayo es muy cierto, cuando un ser humano
pierde el deseo de saber, de conocer las verdades, cuando pierde su
curiosidad ante las cosas que nos rodean es como perder parte de
nuestra vida, es permitir que la ignorancia se apodere de nosotros y
que los prejuicios y creencias de otros se arraiguen de tal manera
que pensemos que son nuestras.
No
debemos permitir que la rutina nos ahogue y nos esclavice, debemos
tener siempre el deseo de hacer algo diferente, de conocer, de
curiosear, de pensar. Debemos permitirnos el derecho de tener
nuestras propias ideas, nuestras propias creencias, no basado en lo
que otros digan, sino en lo que nuestra lógica y nuestro criterio
nos diga. Debemos huir de la rutina para no caer en la ignorancia.
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