La
retroalimentación que hay entre el consumo y la economía queda
claro cuando se promueve el consumo como una forma de obtener
satisfacción personal a expensas del bolsillo. El desarrollo
económico fomenta el consumo y el consumo incide en el desarrollo
económico. Pero, ¿es esto realmente así? Por qué no promover una
satisfacción personal sin necesidad del consumo. Porque no es
conveniente para los intereses de algunos pocos y del desarrollo
económico de un país. Debemos consumir aún en detrimento de
nuestra economía personal. Todo el tiempo nos están bombardeando
con publicidad que influye en nuestra toma de decisiones a la hora de
consumir. Aunque nuestro poder adquisitivo sea bajo, debemos comprar,
comprar y comprar. Y por supuesto, nos allanan el camino, bajando
los intereses en las tarjetas de crédito que tan fácilmente se
obtienen ahora. Nos ofrecen facilidades de pago, que para muchos es
irresistible. Nos endeudamos, pero quedamos satisfechos porque
compramos lo que deseamos, aunque no lo necesitemos. Enloquecemos
porque conseguimos algún artículo en oferta, cuando ni siquiera
teníamos la intención de comprarlo, pero consumimos y la economía
nos da las gracias. Lamentablemente, así de susceptibles somos ante
los mensajes mediáticos que nos dicen que seremos felices si
consumimos lo que deseamos. Porque, por el contrario, nos inculcan
que si no somos parte de esa ola de consumidores, no somos parte de
ese grupo selecto de personas satisfechas.
El
problema aquí es que nuestra sociedad se ha dejado caer en unos
excesos de consumo que no hacen realmente felices a la gente. La
satisfacción es en el momento del consumo, del frenesí de gastar,
aunque no sea necesario. Esto lo hemos visto muy frecuentemente en el
llamado viernes negro. En un principio el consumo estaba dirigido a
comprar los artículos que necesitábamos y cuando se hacía el
ofrecimiento del mismo lo que nos querían vender eran las cualidades
del artículo. Ahora esto ha cambiado, ahora nos venden lo que vamos
a sentir, o lo que vamos a reflejar ante la sociedad con la compra de
ese artículo. De esta forma nos influyen diciéndonos que teniendo
tal o cual artículo nos veremos más elegantes, más poderosos o con
mejor estatus, o más osadamente que seremos la envidia de nuestros
amigos o vecinos. Consumir no es sólo satisfacer una necesidad o un
deseo individual, aunque ésta es la percepción que tenemos
habitualmente. Así nos convencen de que al consumir somos gente,
parte de un grupo privilegiado, cuando en realidad estamos siendo
engañados con el propósito de gastar irresponsablemente. Esa es la
irresponsabilidad que muchos muestran en el ya conocido viernes
negro.
El
viernes negro ha sido un invento muy exitoso de los grandes intereses
económicos para mover a las masas a su antojo, y así mover
positivamente la economía. Ese día se ha convertido en el día del
consumo desenfrenado, irracional e irresponsable de artículos que no
necesitamos, que no queremos y que no nos sirven, porque a la larga
resultaron de mala calidad, no dándonos el servicio esperado por el
precio pagado. La necesidad de gastar sin motivo aparente, de una
manera compulsiva, se está convirtiendo en una obsesión de la
gente. Los periodos de rebajas o descuentos en las grandes tiendas
suelen ser los peores. El apetito consumidor que existe en el
mundo está afectando a la sociedad. El ritmo de consumo es
insostenible, para el individuo, la sociedad y el planeta. El
sobreconsumo o consumo excesivo, están empobreciendo a la sociedad,
la deuda aumenta y la calidad de vida se reduce.
Volviendo
al viernes negro, vemos como las megatiendas se llenan a capacidad,
la gente se vuelve irracional hasta el punto de pelear, de gritar,
llorar por la obtención de algún artículo. Vemos como esa gente
está dispuesta a perder la noche esperando a que abran la tienda, a
ser atropellada, golpeada y hasta arrestada por el simple hecho de ir
a gastar, tal vez lo poco que tienen o endeudarse con tal de decir
"estuve en las compras del viernes negro". Para muchos
parece ser una satisfacción hasta recibir un golpe, si al fin y al
cabo se quedaron con el producto. Algo inverosímil y absurdo. Así
es la mentalidad que se está generando en este país y hasta en el
mundo entero. Por lo que se puede decir, que el consumo no está
basado en la necesidad, sino en consideraciones ajenas al presupuesto
familar, como la presión social para mantener un estilo de vida
determinado por las apariencias.
Pero,
¿qué beneficio, si alguno, trae el viernes negro para la
microeconomía (economía del individuo) y la macroeconomía
(economía del país)? Por lo menos, la microeconomía es de deuda,
de falta de ahorro y a la larga, falta de dinero. Los individuos en
un viernes negro gastan lo que no tienen o gastan lo poco que tienen
con tal de obtener algún artículo en descuento que no necesitan.
Para la economía del país, el viernes negro no representa un
aumento significativo en la economía local, porque las ventas
generadas son de megatiendas extranjeras que al fin y al cabo, el
dinero generado no termina invirtiéndose aquí, por lo tanto, el
enfásis que se le da al consumo como el motor de la economía es muy
relativo.
Esta
situación de sobreconsumo es el resultado del aumento de salarios y
por lo tanto, de ingresos que experimenta la gente. El aumento en el
poder adquisitivo representa un problema, a veces difícil de
manejar. El tener el dinero disponible para consumir en bienes y
servicios crea una falsa necesidad. La gente como puede tener más,
quiere adquirir más y caen en una trampa de la que difícilmente
pueden salir, ya que luego de establecerse la necesidad, viene el
aumento de los precios, ¿y qué sucede entonces? El poder
adquisitivo vuelve a caer, pero la necesidad persiste y ahí es donde
reside el problema. Entonces para satisfacer las necesidades, las
personas caen en la trampa de las compras a crédito y en las deudas.
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